ANTOLOGÍA LITERARIA: PROSA Y PALABRA PICTÓRICA.
«Las palabras, primitivamente, formaban parte de la magia y
conservan todavía en la actualidad algo de su antiguo poder. Por
medio de palabras puede un hombre hacer feliz a un semejante o
llevarle a la desesperación; por medio de palabras transmite el
profesor sus conocimientos a los discípulos y arrastra tras de sí el
orador a sus oyentes, determinando sus juicios y decisiones. Las
palabras provocan efectos emotivos y constituyen el medio general
para la influenciasión recíproca de los seres humanos» (Freud, 1915,
pp. 14-13).
Redactar técnicamente si bien es el manifiesto de una escritura automatizada, en tanto precisa y sintáctica,
responde a una causa fundamental: saber hacer el uso de la palabra para hablar; escribir implica hacer un
ejercicio mental previo al que se deriva la motricidad que manifiesta la mecanografía, escribir implica
enlazar justamente aquel conjuro
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que en la cita freudiana logra entender que la palabra, producto
orgánico del cabal entendimiento de un lenguaje, se cifra en la conexión que una conciencia que escribe
logra enlazar con muchas conciencias que leen. Ese encuentro, de lectura – escritura es la
intersubjetividad que hace del Quijote el día del idioma, de Edipo un complejo, de Shakespeare un viento
surgido de la tragedia, de Gabriel García Márquez unas mariposas amarillas o de Borges un poeta del
tiempo; en otras palabras, escribir es un encuentro con alguien que transforma para crear y, leyéndole,
enseña transformando la conciencia del lector.
Es por ello que toda técnica de redacción debe reposar en este principio, escribir es el desplazamiento de
los más elementales entendimientos para fijarlos en la perpetuidad del papel y la tinta; quien sea por el
tiempo leído hará de sus palabras la presencia de su vida en ausencia de su existencia. Por su lado,
indudablemente quien escriba para dar instrucciones tendrá para sí la responsabilidad de responder a
la garantía de una transferencia de conocimiento que, siendo vital por su utilidad, permite la
intercomunicación de nuevos saberes y nuevas prácticas. En la esencialidad de ese intercambio reposa
el objetivo de este trabajo, cuyo animo pedagógico no pretende conseguir algo por fuera de expresar el
fruto de lo que ocurre en el aula cuando el estudiantado asume la responsabilidad de conectarse con el
mundo para contar una historia, de asumir su expresión en la lectura del otro(a) y quebrar el miedo de
decir algo para el público, dilema de grandes retos anímicos que por demás lucidamente comentada la
filología de Irene Vallejo (2021).
Siempre me asusta escribir las primeras líneas, cruzar el umbral de un nuevo libro. Cuando he
recorrido todas las bibliotecas, cuando los cuadernos revientan de notas enfebrecidas, cuando
ya no se me ocurren pretextos razonables, ni siquiera insensatos, para seguir esperando, lo
retraso aún varios días durante los cuales entiendo en que consiste ser cobarde. Sencillamente,
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En razón del énfasis en la palabra “primitivo” y su sentido de análisis al interior de la teoría freudiana interpreta que la
comprensión de este término se aferra a la condición de sugestión que tiene desde tiempos antiguos. Es decir, Freud señala que el
poder de influencia que poseen las palabras logra no sólo guiar la vida anímica; influyendo entonces la dinámica de la palabra a
los momentos más identitarios del ser. Esto no solo es resultado de un fenómeno psicológico, dice el padre del psicoanálisis, sino
de su integración con la condición dinámicamente tradicional (histórica/cultural) que transmite el lenguaje representado en la
tradición oral.